Dirigentes de alabanza- octubre 2008

Parece ser una contradicción que alguien melancólico pudiera cantar. Sin embargo, así fue el caso de William Cowper (1731 – 1800), el autor de muchos preciosos himnos, respetado traductor de las obras de Homero, y escritor de varios tomos de poemas y literatura.



Sus problemas empezaron a la edad de seis años, cuando falleció su madre, Ann. Seguramente su padre no tenía mucho tiempo para atenderlo, pues fue capellán del Rey Jorge II. William era un muchacho muy sensible y contemplaba un cuadro de su mamá todas las noches antes de dormir, echándola de menos. A los diez años fue a estudiar como interno en Westminster School y luego, para agradar a su padre, siguió con derecho. No tenía el temperamento para ser abogado, y cuando fue el momento para presentar un examen oral como requisito ante la cámara de los lores, le dio un colapso nervioso.



En el sanatorio estuvo muy enfermo, pues había tratado en varias ocasiones de quitarse la vida. Allí en 1764 comenzó a leer la Biblia, y cuando comprendió el mensaje de Romanos 3:25 acerca de la remisión de pecado por fe en la sangre de Cristo, tuvo un encuentro personal con Dios. Al salir del sanatorio, vivió con una familia cristiana, los Unwin. La señora le dio cariño de madre, así que cuando el jefe del hogar murió al caer de un caballo, William cuidó de los deudos. Aceptaron la invitación de ocupar una casa cerca de Juan Newton y su esposa en 1767 y esa amistad resultó ser muy provechosa.



El pastor Newton (autor de “Sublime Gracia” y centenares más) también había sufrido mucho a los seis años cuando su madre falleció, y era poeta como William. Oraba con él y le daba instrucción bíblica. Con el tiempo publicaron un himnario, y Cowper escribió 68 de los himnos. Al final de esta reseña se incluirán dos de su pluma, recién traducidos, aunque tal vez el más conocido sea otro: “Hay un precioso manantial”, que se encuentra en la mayoría de himnarios y es el #524 en Celebremos Su Gloria.



El Señor le proveyó una casita de veraneo en medio de un bello jardín donde disfrutaba de los lirios, las rosas y los pájaros. Allí en una banca al lado de una ventana, escribió muchos de sus himnos. Él dijo que le parecía que Dios susurrara algunas de las líneas a su corazón. También comentó que el canto restaura el gozo al entristecido. William ayudó a su amigo, el pastor Juan, con las reuniones que tenía con 200 niños, y le acompañó en algunos viajes a caballo para ministrar.



Era descendiente del famoso poeta, John Donne, y heredó su capacidad para captar detalles. Expresó sentimientos tiernos hacia los animales y tenía conejos, perros y un gato, entre otros. Además de flores cultivaba hortalizas como el repollo, la lechuga, el brócoli y el melón. A pesar de estas actividades saludables, toda la vida sufría ratos de depresión y dudas. En sus escritos menciona frecuentemente la luz del sol resplandeciente en comparación con nubes opacas. Es posible que el fuerte clima de Inglaterra, con sus grises neblinas y oscuros inviernos de nieve y hielo haya afectado periódicamente el ánimo del autor. En esos fríos meses no podría haber acudido a su blanca casita de oración en medio de la naturaleza.



Dios lo levantaba de sus tristezas y un pariente que lo atendió en su agonía dijo que murió con serenidad, manifestando una “santa sorpresa” que sí le esperaba una eternidad en la presencia de su Salvador.





CUANDO LA LUZ SORPRENDE (Sometimes a Light Surprises)



A veces en tristezas, cuando nubes sin sol

llenan días de lluvia, nos sorprende la luz.

El canto del creyente reconoce el control

del Señor que nos sana, el amor de Jesús.



En medio de la pena, con un canto de fe

contemplamos la dicha de tan gran salvación

y oímos el mensaje: “del afán les libré;

la mañana es mía, les daré bendición”.



Las aves siempre hallan provisión celestial;

nuestro pan cotidiano nos dará el Señor.

Los lirios tan hermosos llevan gloria real;

con ternura el Padre nos envuelve en amor.



En escasez de olivo, de higuera y vid,

cuando falta el ganado y hay guerras, dolor,

con todo cantaremos salmos como David,

alabando con gozo al eterno Señor.



William Cowper, 1779, traducción Lynn Anderson, 2008

Se puede cantar con la melodía CRADLE SONG, #124 CSG “Al rústico pesebre”, y tonadas cuyo metro sea 7 6 7 6 D.





NUESTRO ASOMBROSO DIOS (God Moves in a Mysterious Way)



Inescrutable al mover,

Dios maravillas da;

El mar revela su poder,

domina en tempestad.



Él obra en la profundidad

de roca mineral

tesoros de su voluntad,

destello artesanal.



Las nubes hacen gris el sol,

mas ánimo nos da

reconocer que el Señor

con lluvias ungirá.



En circunstancias de dolor

por fe podremos ver

la gracia del divino amor,

su tierno proceder.



En desarrollo de su plan

amargos pueden ser

botones que al tiempo dan

jardines de placer.



El ciego infiel no es capaz

misterios entender.

Dios sólo dotará de paz

a los que quieran ver.



William Cowper, 1774, traducción por Lynn Anderson, 2008

Se puede cantar con la melodía ST. ANNE, #51 CSG “Nuestra esperanza y protección”, tonadas cuyo metro sea 8 6 8 6.